La mala publicidad de mi entrenador personal
Algunas de mis personas más cercanas están leyendo este blog. Siempre, después de leer alguno de sus artículos, me suelen hacer el mismo tipo de comentarios: los más bien pensados, siempre me dicen “oh, parece guay eso de Venancio, no?”. Lo más malévolos: “¿pero esto que es? ¿Publicidad?”. Pues ni una cosa y la otra. Me explico. Normalmente enseño los artículos a Venancio antes de publicarlos para ver que le parecen. Nunca me ha cambiado ni una coma, ni me ha sugerido un tema antes de escribirlo. Siempre le ha parecido bien lo que he escrito, o por lo menos nunca me ha dicho lo contrario. Pero eso no significa, ni mucho menos, que sea todo tan bonito como parece que transmite a veces este blog. Y es que entrenar con Venancio, señoras y señores, es duro.
A Venancio no hay que buscarle como eso que ahora algunos llaman “coach”. Ese tipo de entrenadores, extra-excitados, que parecen robots con frases programadas para la sobre-estimulación. “Venga, tu puedes, fiera”, y ese tipo de sentencias que a veces parecen copiadas y pegadas de un muro de facebook de un gimnasio “low-cost”. No, Venancio no va por allí. Mi entrenador personal suena como esas otras palabras, esas que no están pensadas, las que se escapan a veces sin filtros. No le importa si suena bien, o si es políticamente correcto o si eso es lo que necesitas oír en ese momento. Y os aseguro que hay veces que, con una barra de no sé cuantos kilos de peso sobre el pecho, no escuchar precisamente palabras bonitas se hace duro. Y claro, le maldices. A veces en voz baja, a veces en voz alta, pero le maldices.
La parte positiva es que, igual que los reproches de Venancio suelen ser tan gritados como merecidos, sabes por esa regla de tres que el elogio no será regalado. Por lo tanto, si lo haces bien, y te lo dice es porque te lo mereces. Y eso que dice os puedo asegurar que no es ni por publicidad ni marketing. Para eso, los dos, somos un desastre.